Quizás era el momento de empezar de nuevo, pensó. Tomó su pequeña mochila, en la cual contenía una pequeña cámara fotográfica, cd's de The Clash y Neil Young y muchos sueños sin realizar. Antes de salir acomodó uno a uno los antiguos cuadros de la sala. Si había algo que lo deprimiera era un cuadro fuera de orden, desnivelado.
-¿A dónde vas? Preguntó su tantas veces desesperanzada madre
-A ningún lugar, tan sólo huyo de mi. Respondió
Aquella escena se había repetido centenares de veces. Como si se tratase de un flashback cinematográfico, la madre tan sólo se resignó a decir adiós y sonrió apretando los dientes. Se había prometido no derramar alguna lágrima más.
Javier cerró la puerta violentamente, dejando atrás el pasado que él mismo construyó. Contaba con 27 años de edad, una mochila vieja, algún dinero que había tomado de la cartera de su madre y muchas pastillas de menta. Hace 5 años que había dejado de lado los cigarrillos.
-Un vicio no se pierde, tan sólo se cambia. Fue lo que pensó mientras llevaba una pastilla de menta a su boca.
Tomó el primer bus hacia la ciudad, iba escuchando White Riot de The Clash. Imaginaba una revuelta en las calles más importantes de la ciudad, gente furiosa lanzando molotovs a la policía, hippies trasnochados bailando frenéticamente frente al congreso. Una orgía de baile, debate, amor y rock. Despertó tras recibir un espaldarazo del último ocupante del bus. Era una joven mujer que llevaba maquillaje negro, uñas de color carmesí, botas negras y un vestido azul oscuro. Enmudecido, Javier pensó haber llegado al infierno.
-Debo de haber muerto y ella es quien me llevará a mi dulce descanso. Pensó, todavía somnoliento.
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